jueves, 7 de enero de 2010

(Manel Fontdevila)

Lo bueno de quedarte sin trabajo de modo repentino es que te llama mucha gente. Cada quince minutos suena el teléfono y alguien, al otro lado, te pregunta qué tal estás. Lo malo de haber sido despedido sin previo aviso es que, la primera semana, cada quince minutos suena el teléfono y alguien, al otro lado, te pregunta qué tal estás. Me he quedado sin trabajo, no tengo una enfermedad terminal, dan ganas de contestar. Pero eso, a la gente, parece darle igual. Entiendes a tu madre porque se supone que es parte de la penitencia de haber parido a un parado, paria social en los tiempos que corren y sin derecho a una huelga de hambre televisada. Cuatro millones en huelga de hambre. Una reivindicación así hace años que la llevan a cabo en África y tampoco es que hayan conseguido mucho. Encontrarse con alguno de tus ex compañeros por la calle es toda una aventura en el contexto de las relaciones sociales. Los hay que no pasan de las miradas esquivas y con eso ya está dicho todo, más , si se tiene en cuenta que en el tiempo en que compartisteis lugar de trabajo nunca habíais pasado del simple saludo y el mira como está el tiempo. Los hay incluso que llegan más allá y, debajo de la mirada esquiva, adviertes en sus ojos una mezcla de lástima y reparo al mismo tiempo. Dos por uno. Te miran como hace siglos se miraba al leproso. Compasión con el enfermo y, al mismo tiempo, una especie de asco mal ocultado. No vaya a ser que la enfermedad acabe por propagarse y la ruleta rusa del Inem saque su número. Ahora el leproso eres tú. Por supuesto, quedan los que además de compañeros son amigos. A esos, al final casi acabas tú por consolarlos. Joder, lo peor sois vosotros que ahí os quedáis. Tragando. Por lo demás, nos vemos en los bares que siempre es mejor sitio que una redacción.

Hay cosas peores que quedarse sin trabajo. De eso estoy seguro. Pero no se llega a comprender hasta que un buen día te levantas como otro cualquiera sin saber que vas camino del matadero en forma de despacho de director y éste, sin ni siquiera mirarte a los ojos, te dice que lo siente que la vida es una putada y que el bien de la empresa exige sacrificios. Y que tú eres el sacrificado y encima te pregunta que si tienes algo que decir y que no me preocupe que las puertas de la empresa siemrpe estarán abertas. En mi caso se conoce que sólo para salir. Y ya no hay nada que decir ni que hacer más que recoger tu mesa y poco menos que darte a la bebida en el primer bar que se cruce en tu camino. Claro que eso sólo dura la primera semana porque no hay hígado ni cartera que lo aguante y uno siempre ha creído que beber sólo es de fracasados. Y claro, los demás, menos Pet que se ha unido al club, tienen que ir a trabajar al día siguiente. El que está en el paro eres tú. Vamos a ser serios. Hay cosas peores que quedarse sin curro. Pet, optimista, sólo le ve ventajas. Para empezar, ahora te sobra el tiempo. Y este dá derecho a hacer cosas cosas como esta. Y algunas otras que tampoco hay que clamar a los cuatro vientos. Hay que elegir entre la mano derecha y la izquierda y con esta última todavía no le ha pillado el tranquillo a eso de rascarse los huevos a diario. Así que me ha dado por seguir haciendo lo único que sé. Juntar palabras para calmar la mala leche.

Los hai en peor situación. Está, yo qué sé... Díaz Ferrán. O al menos eso nos gusta pensar a algunos. Lo cual implica, supongo, contravenir algún mandamiento de esos que el cura desistió de inculcarme alguna vez.

Y por eso he decidido abrir esto. Más que nada por no darles la espalda a aquellos, pocos, que tenían la mala manía de leer cosas como las que hasta este, escribía los lunes en un periódico donde todavía quedan almas que merecen la pena.


Mañana: un día en el INEM.

1 comentario:

  1. Con una wii y la ps3, quedarte sin trabajo no suena tan mal. Hay otros que solo tienen la supernintendo. Muy bien elegido el dominio. Si buscas en google "Porno espalda" sales de tercero. Vas a tener muchas visitas, piensa en poner anuncios google. Un abrazo tio. Animoooo

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