jueves, 14 de enero de 2010

por poner orden

En España, entre los muchos defectos que ostentamos, está el de ver la viga en el ojo ajeno y no la paja en el nuestro. Pasa con Italia como ejemplo más claro. Dentro de nuestro bestiario particular, al lado de Chávez y Castro --grandes demonios para la derecha y molestos descarriados para la izquierda--, figura Don Silvio, el mismo que hace que la izquierda se tape la nariz cuando habla del a las espaldas y le ríe las gracias en su presencia. En cuanto a las relaciones de la derecha española con Don Silvio... digamos que se mueven entre la no agresión y la envidia sana. Pocas diferencias hay entre muchos de los postulados de Il Cavalieri y lo desarrollado por Esperanza en Madrid. Ya saben. Hay que ver como sois los gallegos con el PP. Los gallegos, nunca los valencianos y menos los madrileños. Pero eso no se lo digas a un madrileño que te contestará eso de que como sois los gallegos, siempre llorando.

Hace meses que los medios de la llamada izquierda se rasgan las vestiduras publicando a los cuatro vientos las políticas antiinmigración italianas y su caza al rumano, gitano, negro y maleantes varios que circulan por sus ciudades. Generalmente Roma o Nápoles. Esta última una verdadera cloaca humana convertida en ciudad donde lo más parecido a una presencia estatal que tienen es la ley que impone la mafia local, la camorra. Y frecuentemente avisamos del renacimiento del fascismo en el país transalpino. Más vale verle las orejas al lobo.

Claro que cuando pasa en casa las reacciones son mucho más tibias y sólo algunos tratan de convertir el ruido en noticia con el fin de generar debate social. Que un ayuntamiento tome la decisión, unilateral, de negarse a empadronar a los inmigrantes "sin papeles", no sólo es completamente ilegal sino que demuestra a bombo y platillo el racista y egoísta que todos llevamos dentro especialmente en las épocas que vienen duras. Los ayuntamientos tienen en el patrón una de sus armas a la hora de solicitar subveniones y ayudas de otras administraciones superiores. No conozco a ningún alcalde que no quiera ver cómo el número de habitantes que hay en sus dominio crezca. Cuantos más, mejor. Claro que el padrón es un arma de doble filo. Por estas cosas del sistema de bienestar, en España, no se le puede negar a nadie unos derechos mínimos como la educación y, sobre todo, la sanidad, además de los servicios sociales, estos últimos a cargo de los concellos. Y ahí está el problema. Cuando hay poco o nada salta el grito de los españoles primero, cuando establecer comparaciones y divisiones en función de algo tan arbitrario como el sexo, la raza o los procesos administrativos, lo único que esconde es una discriminación pura y dura. Algo que, por suerte y veremos hasta cuando, no permite la ley. En eso los italianos nos llevan ventajas. Cuando una ley es molesta, se cambia y tan contentos. A mi la ley, que diría Don Silvi, si lo que se trata es de poner orden en un país controlado por los comunistas (sic).

Y miren por donde que Josep Maria Vila d'Abadal, el alcalde de Vic de Convergencia, ha dicho que la nueva normativa pretende “poner orden”. Aunque sea saltándose la lei a la torera que es la manera española de afrontar las normas cuando no nos gustan y al mismo tiempo presentar nuestro máximo respecto por las decisiones judiciales y, por supuesto, las leyes. Le pasa a Corina con sus rellenos en el Puerto vigués, pero para eso están las tablas políticas.

La Ley de las Bases del Régimen Local dice que “toda persona que vive en España está obligada a inscribirse en el Padrón del Municipio en el que resida habitualmente”. La propuesta de ley de Vic debería ser retirada pero Vila d'Abadal, como buen político que es ve que la cosa no va consigo y sus socios de ERC y PSC. Hay elecciones a la vuelta de la esquina y ya sabemos lo rentable electoralmente que resulta eso de cerrar fronteras y mirar por "los nuestros antes" entre la masa. Aún que eso implique saltarse las leyes, algo de lo que en el Madrid de Esperanza saben un poco.

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