lunes, 28 de junio de 2010

dioses y hombres


Porfirio Díaz siempre lamentó la mala suerte de México. Tan lejos de dios, decía, y tan cerca de Estados Unidos. Una maldición que volvió a sentir en carne propia ayer un prometedor Chicharito Hernández que, justo antes de que Rosetti pitara el inicio del choque ante Argentina, se arrodillaba en el centro del campo dirigiendo sus plegarias al cielo. Plegarias desatendidas como el joven delantero pudo comprobar después. El Argentina-México de ayer tuvo mucho de lucha divina que, como todas, fue resuelta por un error humano. México imploró al altísimo mientras que Argentina lo trae puesto en el banquillo. Un combate desigual de antemano. Maradona, frente al civilizado Aguirre, es la quintaesencia de la barbarie latinoamericana pero se sabe ungido de un poder que no es de este mundo. Maradona, grande como siempre, se ha dejado una barba Sierra Maestra que le queda bien, muy lejos del traje en el que se ciñe durante noventa minutos. Como todo dios, busca sucesor en un Messi que no marca, no explota, pero está en cada jugada albiceleste. El día que explote definitivamente será por medio de tres zarpazos. Sólo resta saber cuál será la víctima de la cólera divina. Espera Alemania primero, después puede ser España y, si todo sale a pedir de boca del Pelusa, Brasil. El Mundial está cada vez más cerca de Argentina. Para desgracia de Pelé, Blatter y Platiní a quienes no quedará otra que claudicar ante la incontinencia verbal del Diego. Y para desgracia de nosotros, simples mortales, sufridores de los argentinos. Como Heinze, un acto de mal gusto que no debería haber sido jugador de fútbol, sino navajero en un barrio bajo de Buenos Aires. A veces se puede engañar al destino. A la canarinha sólo un milagro puede apearla. El Chile de Bielsa, oficioso como pocos, está condenado. No es lo mismo una clasificación que un Mundial. En estas citas, los galones marcan distancias en condiciones normales. España, protagonista aunque sólo fuera por una vez, vino a demostrar que en el fútbol como en las carreras, la potencia sin control no sirve de nada. Otra cosa son Francia e Italia, metáforas de la descomposición de la vieja Europa. A la Chile de Bielsa sólo le queda apelar al milagro que en un caso dado tendrá mucho de circunstancial y humano y poco de divino. Pero ahora nada sería más grande que ver a los brasileiros fuera. Como castigo al advenedizo Dunga. Otro tipo insufrible, basta ver el juego de su selección.
México sufrió en carne propia la contradicción del fútbol moderno. Cómo es posible que el deporte más importante del mundo pueda seguir dependiendo del juicio falible de un sólo hombre. El mismo hombre capaz de llevar un Iphone en el bolsillo con el que apagar las luces encendidas olvidadas de su casa e incapaz de corregir un error fatal vía repetición de las imágenes. Se llama pervertir la competición, pero los viejos en esto de los Mundiales saben que estos son perversos. Que se lo digan a Argentina en el 78. Los argentinos, tipos insufribles a excepción de para otros argentinos, son muy parecidos a los israelíes. Se ven a sí mismos como el pueblo elegido, no se sabe por quién ni para qué, pero elegido al fin y al cabo. Puede ser para ganar un Mundial, o dos o para sufrir el corralito por el puro gusto de rasgarse las vestiduras. El caso es ser irresponsable. El caso es apelar al destino divino. De ahí que proliferen en sus tierras los salones de psicoanálisis. De ahí que sean propensos a la épica. Una de las anécdotas más felices cuenta que Menotti, contrapunto de Maradona en el Mundial del 78, les dijo a sus jugadores, antes de encontrarse en la final con Alemania, que salieran a la cancha a jugar por el pueblo y no por los cabrones del palco de autoridades. Bonito pero todo apunta a que falso, como casi todo en aquel Mundial que dio amparo a una de las dictaduras más sanguinarias del orbe conocido. La FIFA en Argentina, como el COI en la Alemania Nazi y la China postcomunista, empeñada como siempre en hacer amigos.
El caso de Inglaterra es parecido al de México, pero en sentido contrario. Inglaterra en este Mundial ha sido el fiel reflejo del país. Un país en vertical decadencia incapaz de dar un paso adelante sin depender de las batallas y las guerras pasadas. Dicen que el fútbol es justo. Lo que no dicen es que la justicia del fútbol es casi o más rezagada que la humana. Ayer, Alemania obtuvo justicia después de cuarenta y cuatro años. Llegó, como no podía ser de otra forma, de la mano del fallo humano. Una nueva perversión que recuerda que el hombre es la criatura más imperfecta de la creación. Inglaterra demostró una vez más eso de dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Basta con darse una vuelta por la Costa del Sol, Levante y Mallorca para comprobar la falacia de la elegancia británica. Basta con observar una selección en donde la mitad de sus jugadores pasarían inadvertidos en cualquier terraza de verano de Mahón. Rojos como cangrejos y borrachos como lo que son, británicos de veaneo. Siempre estarán sus rotativos para dar lecciones de urbanidad al resto del Mundo.
La Federación Inglesa trató de evitar lo inevitable contratando al más pintado. Fabio Capello, antesala del resultadismo y supuesta definición del sargento de hierro en un banquillo, contribuyó no sólo a hacer más visibles las vergüenzas británicas sino que certificó la suya propia. El resultadismo siempre tiene fecha de caducidad. Pese a ser uno de los tipos más insufribles del fótbol moderno cuenta con múltiples palmeros. Su comportamiento con el desgraciado Green lo ha dejado en evidencia. A él y a sus cortesanos. Carece de personalidad y, además es un mal tipo. Cargar las culpas en el eslabón más débil es de cobardes. Sobre todo cuando sustituyes ese eslabón por otro que ayer demostó dos cosas. Ser un bocazas y dar la razón (el tercero no tiene precio) a quienes le llaman Calamity James. Al final, lo bueno de los Mundiales, es que acaba convirtiendo a los dioses en hombres y a los hombres e dioses.

interludio II

No hay nada más peligroso que un salvapatrias. Si a un salvapatrias le colocas una toga o una placa acaban pasando cosas como esta. Podría entender que a los inmigrantes les hagan determinadas preguntas --en muchos países lo hacen-- para acceder a la ciudadanía, siempre y cuando lo ampare la ley y esté regulado, cosa que evidentemente no es el caso. Puestos a salvar patrias estaría bien que se hiciese lo propio con los españolitos de a pie. Ejercer el derecho al voto es un responsabilidad que mucha gente aún no ha entendido. Por ejemplo.

martes, 22 de junio de 2010

nuevo rico



Desde hace un par de años, a los aficionados españoles les pasa como a los nuevos ricos. Una vez probada la miel, no les sabe el azúcar. Fue un viaje a Viena y el arte en botas azulgrana los que, de repente, convirtieron a los treinta millones de enrenadores que pasean por los bares de este país en críticos del Dining&Wine. Desde que comenzó el Mundial vivo con la sensación de presenciar el mundo al revés. Tras el fiasco suizo, la grada general bramó contra el tiqui taca de salón y la horizontalidad inofensiva. Incluso contra un sistema que, dijeron, distaba del que hizo que se ganara la Eurocopa. Hoy, tras el cumplido trámite ante una hacendosa Honduras, arrecian las críticas pero, oh sorpresa, en sentido contrario. Relaño comienza a ejercer la profesión, la del yo ya lo veía venir, quizá anticipándose al posible desastre. Ayer, la selección volvió a demostrar que sigue siendo la única que tiene fútbol en las botas y por eso, el suyo, fue un fútbol cojonudo, al que sólo el acierto en los últimos metros volvió a privar de recompensa debida. Lo de Portugal no pasará de anécdota. Incluso, amantes del diálogo entre civilizaciones, podríamos reprochar a los lusos su falta de escrúpulos a la hora de condenar a 23 sufridos norcoreanos al pelotón de fusilamiento por tamaña afrenta al gran líder. Sin compasión, sin perdón. Sigue siendo alucinante que se dude del papel de ciertos jugadores, como Busquets o Torres. Afortunadamente hay quien todavía sabe de fútbol a diferencia de los palmeros del Bernabéu. Busquets crece a cada minuto y ayer sostuvo al equipo. El catalán ocupa el lugar de Senna hace dos años. Quizá no sea él quien sobre, quizá el añadido es Xabi Alonso. Quizá nadie dice nada porque Alonso viste de blanco. Torres, con su sola presencia, provoca congoja en las defensas contrarias. Asociado con Villa se ganó en Austria. El único partido que no jugaron juntos fue la final. El asturiano, pichichi de aquel torneo, se lesionó en la previa decisiva. El asturiano, sólo ante suiza, estuvo perdido. Ayer se encontró. Aguarda Chile. Como hace 193 años, trae un ejército comandado por un argentino desterrado como aquel, al que apodan loco. Esperemos que no se repita el resultado de Chacabuco.

lunes, 21 de junio de 2010

niños


Sin acabar aún la primera fase del Mundial, dos cosas van a quedar en la retina. La primera es el balón, ese engendro fruto del matrimono forzado entre el nivea de toda la vida y la bola que marcó los 80 que se puede encontrar en verbena que se precie. La segunda es un conjunto, cualquier cosa que tenga lugar fuera de la cancha, Portugal aparte. Todo bajo el son de las bubuzelas en el crepúsculo surafricano. Porque lo cierto es que, por el momento, lo más divertido del que dicen espectáculo más importante del mundo no pasa a ras de céped. El inglés borracho (pleonasmo) que entró en el vestuario de Inglaterra como la reina madre en el mueble bar de Palacio para cumplir el sueño de cualquier aficionado cuyo equipo acaba de hacer el ridículo, esto es cagarse en los muertos de los jugadores, sólo puede ser comparado a ese Anelka caminando por la terminal del aeropuerto tras haber hecho de aficionado encabronado en su propio vestuario. La diferencia es que el inglés borracho ya es un ídolo en Inglaterra, mientras que Anelka vuela a Inglaterra, único país del mundo donde lo dejarían entrar de esa facha sin que un hermano le mostrara lo que es un examen rectal. Anelka es uno de esos futbolistas que cumplirá los cincuenta y aún tendrá palmero que advierta de su próxima explosión como jugador. Su carrera no difiere mucho de la del ladrón de guante blanco. Tiene algo de admirativo, a fin de cuentas no es fácil pasarse media vida chuleando al personal con la excusa de ser un entrañable enfant terrible. Lo de Francia es sintomático del fracaso de Europa. En Sudamérica, a los pobres de solemnidad les queda el balón como única válvula de escape. Hay quien lo aprovecha con creces. En Francia pasa algo semejante. La salvedad es que una vez que han coseguido hacer carrera a pelotazos, a algunos les cuesta dejar atrás ciertas costumbres de sus barrios. El encanto de los niños malos.

viernes, 18 de junio de 2010

siempre positivo



La primera vez que jugué al fútbol en EEUU pensé que me estaban puteando, acostumbrado como estaba a las pistas de cemento armado y los campos de tierra. Primero fue el escenario. Un complejo tan grande como la nave de Amio escondía siete canchas de fútbol de hierba artificial. Fútbol Indoor, que le llamaron los alemanes, o también Snowbol porque es el resultado, más que nada, de la adaptación al medio ambiente. Fuera hace un frío de cojones gran parte del año, con lo que hay que jugar dentro. Y puesto que nuestras dimensiones son las que son y no somos un dechado de técnica, no nos vamos a andar con la mariconada esa que llaman fútbol sala, en la que siempre ganan brasileiros o españoles, y que consiste en bailar alrededor de un una pelota pequeña y que no bota. Por eso el fútbol indoor --con liga ya hasta en España--, una especie de petanca para ex futbolistas, es cosa de alemanes, yankees y canadienses. Optimización de recursos. Lo segundo fue la realidad. Los yankees son como Van Gaal, siempre positivos, con lo que superan sus limitaciones técnicas con grandes dosis de optimismo y buen rollo. Al final, el fútbol indoor acaba siendo una mezcla de fútbol y, en el caso de EEUU, hockey sobre hielo. Tanto que un español que llega de improviso entiende de un golpe eso de que en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Unos cuantos partidos y unas cuantas hostias (de ahí el paralelismo con el hockey) después son tus pulmones los que te devuelven a tu espacio natural que toda la vida ha sido debajo de los tres palos. Entonces ya sólo queda disfrutar. Es un no parar, un bombardeo continuo ya que, por no haber, no hay ni fueras de banda. Sí hay un árbitro al que se le tiene un respeto religioso. Siempre buenas maneras, te meto una hostia, pero con respeto y después te pido perdón, al fin y al cabo, es sólo deporte. Pese a que para los americanos nunca es sólo deporte. Después está la novedad. Cinco contra cinco más porteros. En una proporción de tres tíos por cada dos tías. Porque la mayor parte de las ligas amateurs que se juegan son de equipos mixtos. Porque sí, hay que decirlo, la mayoría de los americanos creen que el fútbol -soccer para ellos que tienen un fútbol que no se juega con el pie-, es un deporte de niñas. O, en su caso, de blancos, niños de buenas familias y, por tanto, blandengues para jugar el verdadero fútbol. La razón verdadera no es esta. Según ellos, el fútbol, el nuestro, es demasiado aburrido ya que nunca pasa nada y además corres el riesgo de estar 90 minutos para acabar cero a cero. Muy lejos por supuesto del fútbol, el suyo, como sabemos, un deporte emocionante donde un partido puede durar horas. Que de juego real no haya más de 15 minutos, con suerte, es secundario cuando cuatro segundos son una vida y la nevera está rebosante de cervezas. Después están las animadoras. Estas razones, entre otras, han provocado que en una muestra de diez humanos sobre el campo haya un sólo jugador de fútbol. La posibilidad de que sea macho o hembra es del 50%, con una ligera ventaja hacia la segunda opción. Los equipos más potentes suelen tener tres tíos fornidos, dos que defienden, y uno que hace algo parecido a repartir juego. Arriba colocan a dos chicas. Si son buenas, y suele pasar, al menos iguales o mejores que sus compañeros varones, tienes muchas papeletas para hacer una buena temporada. Por lógica y porque, en un decisión que para mi contraviene todo el pretendido igualitarismo del que hacen gala, un gol de una tía vale dos puntos. Dos puntos, dos goles. La influencia de sus deportes es grande y muchos todavía siguen contando el partido por puntos. Afortunadamente cada vez menos. El otro día viendo a EEUU empatar con Inglaterra me acordé de todo esto. Y me acordé especialmente de Pat un compañero de piso con el que viví un año, profesor de química, amante hasta el infinito del fútbol y que se agarraba unas borracheras que ríete tú de las noches de Ronaldo por Madrid. Pat era, además, un excelente jugador de fútbol. Uno de los mejores que he visto en mi vida, con una técnica y una visión del juego exquisitos. Y en esto incluyo a los que he visto en España. Habría vendido su alma al diablo por haber sido profesional pero en un país donde el físico lo es casi todo, su escaso 1, 63 de estatura le cerró las puertas de la Major Soccer League y del equipo nacional. Luego, los años y las cervezas hicieron el resto. Veía cualquier deporte en televisión y sabía todo sobre el fútbol europeo. Ahora estará enganchado al Mundial y alucinado con una selección de USA que no desentona y en donde el orden y la voluntad suple a todas las carencias, que son muchas. También me acorde de Tad. Uno de los tipos más curiosos e inteligentes que he conocido en mi vida. Un genio que un día se conformó con ser camionero mientras se dedica a almacenar datos sobre cualquier disciplina, al tiempo que ve fútbol (inglés) en Up and Under. Y de Micah, jugador de Hockey sobre la cancha de indoor. A EEUU podrán ganarle en calidad pero nunca en carácter, afán de superación y optimismo. Quizá, demasiado de esto último. Sobre todo entre los medios de comunicación, que no están muy acostumbrados a intoducir fútbol en sus páginas. Le pasó al sensacionalista New York Post, que, como sus hermanos británicos, siempre va más allá. El año pasado estaba en EEUU cuando ocurrió lo que parecía imposible. Nadie le prestó atención y los medios españoles se preguntaban cómo había sido recogido el milagro. Ni rastro. Eso sí, a mi me putearon al día siguiente.

miércoles, 16 de junio de 2010

ruido, furia, silencio



Podemos tirar de tópicos. Lo que no nos mata nos hace más fuertes. Lo importante no es como se empieza, sino como se acaba. El fútbol es así (aunque el así nunca lo tuve muy claro). El que perdona pierde. Y así unos cuantos más. También podemos tirar de tradición que, en eso, por estos lares somos unos expertos. Jugamos como nunca y perdemos como siempre. Mucho favorito, mucha mierda y al final para casa. La suerte nos ha sido esquiva una vez más. Esto nos pasa por ir de sobrados... Si es que, en el fondo son (obsérvese que antes era somos) unos mantas. El problema fue que no se jugó por las bandas... Mucho tiqui taca y luego . En definitiva, España por sus fueros, de cero a 100 e tres segundos y su eterna duda de si cortarse las venas o dejárselas largas. Esto ahora, porque lo normal en España es cortarse las venas cada tres minutos veinte segundos con cualquier gilipollez que salga en los periódicos, escuchemos en la radio o denuncie el artefacto que Pedro Piqueras llama informativo en Tele 5. A lo mejor es eso, que los partidos de España los televisa Tele 5. Por eso ahí va el último tópico. Lo que mal empieza, la acaba. Puede ser. Pero a mí lo anterior me vale mierda, como dicen en Latinoamérica. Tengo edad como para llevar unas cuantas hostias encima en cuanto a partidos de la selección se refiere. He visto a Cardeñosa tomar a un defensa ante portería vacía por un trasatlántico apostado bajo los tres palos. He visto un balón dentro de la portería salir escupido por el verde lo suficiente para que el árbitro diga que no ha visto nada. He visto a un italiano romperle la nariz a Luis Enrique en el área pequeña a tres minutos del final de un partido agónico. Y he visto a un árbitro renunciar a hacer su trabajo por imperativo FIFA para llevar el fútbol al sol naciente. Ahora he visto a Mouriño ganar un partido en un Mundial sin ni siquiera estar en Sudáfrica. Y todo apunta a que el año que viene tendrá un millón de jaleadores vanagloriando el juego de los que no juegan a nada a cambio de copas. Pero no me resigno a creer que esto es lo de siempre. No, esto ha sido como nunca hasta ahora. Prefiero morir con este estilo que hacerlo apelando a la hombrada como antaño. No voy a decir que España mereciese ganar este partido. Pero estoy seguro de que no merecía perderlo. Con esta forma de jugar se rompió el maleficio y con este estilo de juego es como se puede seguir adelante con el sueño. La heróica, y eso lo saben bien los que se dedican al mal llamado arte de la guerra, sólo sirve para llenar cementerios. De las cosas más estúpidas que he escuchado en las últimas horas me quedo con tres. La falta de alternativas, es que no jugamos por las bandas. A lo mejor estoy ciego, pero desde que Navas pisó el verde se dedicó a poner la zapadora, por no hablar de que fue lo que se hizo durante todo el puto juego. La segunda es que hemos pecado de favoritismo. El favoritismo, sobre todo desde que las apuestas por Internet han generalizado la estadística para el gran público, es puro objetivismo empírico. Después de un título y veintitantos partidos sin morder el polvo, hasta Mozanbique sería favorita. El resto, lo que pasó, es fútbol. Y por eso es un deporte tan grande. De otra manera, si se jugase a puntos, el fútbol sería justo, pero dejaría de ser el deporte que es. Y, a lo mejor sería baloncesto. Si uno quiere ser campeón debe saber que está obligado a ganar. Y eso es lo que convierte a uno en favorito. La tercera estupidez, y quizá la que más me molesta, es la reacción de los ventajistas. Ves, ya te lo decía, si es que... Son los mismos que, si el resultado hubiera sido un tres cero a favor de la roja, estarían subidos a la parra certificando el favoritismo del que ahora reniegan. No. Esto es muy sencillo. El futbol, ese deporte maldito y maravilloso, consiste en meter la pelota entre los tres palos superando a diez jugadores de campo y un portero con una camiseta diferente. Y ayer, la puta pelotita no quiso entrar. Ni por activa, ni por pasiva, ni por perifrástica, como decía ese profesor que todos hemos tenido en la primaria y de cuyo nombre nadie se acuerda. El resto son milongas, palabras para llenar espacios de radio y verborrea para llenar páginas en blanco. Por no hablar de un fuera de juego no pitado y gracias al cual estamos escribiendo esto. Es mentira que todo pasado fue mejor. Prefiero esto. Lo que no impide que volvamos a lo de siempre en esta malnación llamada España. Quienes somos y a dónde vamos. Con los fantasmas de siempre llamando a la puerta. Lo demás es sólo ruido o silencio.

domingo, 13 de junio de 2010

la estética y el armario


Una de las cosas más interesantes de este Mundial es que coincida con una selección española en estado de gracia y el efecto que esto puede tener en la tortuosa relación que mitad del país ha mantenido con ella. Después de un periodo de hambruna que ha tenido mucho de maldición bíblica, los malos tiempos acabaron un 30 de junio de un 30 de junio de 2008. De esa Eurocopa guardaré siempre, más allá de la mítica final, con los cuartos ante Italia. Y, sobre todo, los buenos ratos pasados viendo el fútbol por la tele regados con abundante cerveza. Y las risas y los nervios y los abrazos. Fútbol y sólo fútbol.

El problema es que no lo es. Nada sale gratis. Cada vez que llega una competición internacional los fantasmas no tardan en salir del armario. Medio en broma pero en serio siempre he mantenido que todo sería mucho más fácil si en vez de ser de Galicia, Euskadi o Cataluña, nos hubiese tocado nacer, digamos, en Murcia (¿qué coño hay en Murcia además de pimientos y campos de golf?). Lo malo de ser una de las llamadas comunidades históricas --una de las etiquetas más vacías que ha dado de sí la sacrosanta Transición española--, es que el problema (esto es, cualquier cosa) se multiplica por cuatro. Si todo es política, aquí la política es cuatro veces asquerosa. Más allá de escoger entre derecha e izquierda, uno debe hacerlo entre nacionalista y no nacionalista, con los grises que le queramos poner, aparte. En lo que atañe a la selección, la Roja --eufemismo que resulta menos incómodo que la siempre incómoda palabra España--, ahora, es una gran bendita jodienda.

Todo era mucho más sencillo hace años. Primero, cuando había motivos importantes para ello. Alberti, gran futbolero, siempre quería que perdiera España "por facha", decía. El suyo era un argumento de peso, teniendo en cuenta lo que cargaban sobre las espaldas el poeta y los de su generación. Cuenta Benjamín Prado que un día, viendo un partido con Ángel González, otro poeta (no sé si tiene algo que ver), éste asturiano, le dijo: "Oye, eres un tío muy raro, te encanta el fútbol, ves un partido detrás de otro en televisión y, sin embargo, no eres de ningún equipo". El poeta, sin pensarlo y lleno de razón, le contestó: "Te equivocas, claro que tengo un equipo, yo soy del que juegue contra España". El pasado, simpre el mismo, pesaba sobre alguien que, sin embargo, carecía de problemática identitaria. Toda España era cañí y olía a rancia, a ajo y agua y a cura y sotana. Dios, toros y fútbol, la puta santísima trinidad de varias generaciones que aún paga la mía.

En nuestro caso, por la pura cuestión identitaria que nos toca vivir, lo de contra España mejor era fácil cuando la pelotita de los cojones no entraba. Recuerdo escoger equipo antes de que comenzara la competición de turno. Portugal, por cercanía y por joder, --más por lo segundo, ya que Portugal tampoco era garantía de nada--, y Argentina eran las soluciones más requeridas. Estaba Brasil. Pero siempre he considerado que apostar a caballo ganador, además de cobarde, denota una falta de elegancia sin igual. En mi caso, siempre preferí el romanticismo holandés y la fantasía kafkiana de Chekia. Por pura estética. Después, en el fragor de la batalla, era lo mismo de siempre y la televisión a duras penas conseguía salvar la vida encima de la nevera en el piso de San Pedro de Mezonzo. Sobre todo cuando Alfonso marcaba en el último suspiro. Ante la hombrada cañí, aún a sabiendas de que el destino estaba escrito, nadie podía resistirse. Siempre habría tiempo para el que se joda, por España. Yo, que considero todo patriotismo de mal gusto aunque no sea de cuartel y, además, creo que es una estupidez morir por una patria que no moriría por mi, aprendí entonces a hacer mía la frase de Albet Camus: "Patria es la selección nacional de fútbol". Y, por el momento, nadie ha conseguido ponerle remedio a lo que es un hecho.

Todo cambió hace dos años. No sólo porque la pelotita de los cojones entró, sino por como rodó antes de acabar en las redes. Fútbol, puro fútbol, sin más argumentos que el fútbol. Y sin otro significado que el que cada uno quiera darle. Albiol vino a demostrarlo, al buscar canguros en Austria. Por eso, desengañado y aburruido como estoy, cuando veo fútbol, he escogido no ver más que once contra once donde ya no siempre gana Alemania. Y las risas y las cañas y los abrazos. Puede ser cinismo, no lo niego. Pero soy mucho más feliz desde que leo el periódico hacia atrás y lo tiro cuando llegan las páginas de Política. Y, sobre todo, desde que no los hago. También creo que los cuatro gilipollas que hoy se disputan la presidencia del Barça, además de cobardes, son mucho más cínicos que yo.

Tanto cambió la cosa que el viernes a alguien se le ocurrió hacer la gran pregunta. Con quen vades no Mundial? Primero silencio, después, risa burlona y luego ,sinceridad ejem, ejem. Cada uno según sus circunstancias y todos a celebrar goles, como posesos, si se van ganando los partidos, "pero na casa", certificó Arizado. Con disimulo, reconoció Paulo. Sin salir del armario, en definitiva. Eso, ahora. Si llegara el 11 de julio, con dos huevos y mucha cerveza, como hace dos años. De momento, prudencia es lo que manda.

Yo, de aquí al final del Mundial sólo voy a escribir de fútbol, advertí. A Moncho le resultó extraño. El prejuicio quizás, que de vez en cuando sale a relucir. Yo me conformaría con escribir siempre de fútbol si fuera capaz de hacerlo como Enric González. Dibuje, maestro.

pd: de lo visto hasta el momento, poco reseñable, lo que hace más apetecible la puesta en escena de esos locos bajitos. Tres detalles de Messi, supuesto sucesor de dios, nada de Argentina y desparpajo de EEUU. Sobre EEUU, escribiré mañana.

jueves, 10 de junio de 2010

actualización mundial

Lo malo no es que haya gente que confunda el culo con las témporas. Incluso tampoco que haya gente que ahora ve venir todo lo que no vio antes con el cláico yo ya lo sabía y ahora quiere salir exculpado. Lo peor es que haya gente que nos tome por gilipollas, por muy TNYT en el que escriba. Con la de problemas que hay en su propia casa. Puede que sea porque ellos sí que son expertos en mantener a su propia población anestesiada.

mundial

Sin ser un fanático, me gusta el fútbol. Nadie es perfecto. También me gusta Ray Loriga y eso a pesar de que creo que es un pedante, de esos que citan una frase de otro, generalmente un escritor, cada dos frases aunque no peguen ni con cola. El Mundial de fútbol me apasiona. Lo sé porque desde hace días noto un cosquilleo que me sube por la espalda que no cesará hasta que el balón comience a rodar, mañana a las cuatro de la tarde, con el partido inaugural entre México y Sudáfrica. Durante la temporada, soy incapaz de ver un partido regular de Liga. A no ser que se trate del Madrid-Barcelona, o que alguno de éstos juegue con el Sevilla, en cuyo caso, si me pilla, no me importa verlo. Aunque parezca extraño, soy hincha sevillista y, ya se sabe (creo que lo dijo Galeano pero, aún a riesgo de pecar de Loriguismo, es pertinente) que uno puede cambiar de mujer, de religión e incluso de ideología, pero jamás puede cambiar de equipo de fútbol. Yo me hice del Sevilla por una razón tan arbitria como que a un amigo de mis padres se le ocurrió llevarme un día al Sánchez Pizjuán a ver un partido. Luego, la misma ocurrencia la tuvo un vecino que sólo vivía por el Sevilla y la Semana Santa. Años después supimos que también se desvivía por una amante. Tanto, que por sus caprichos metió la mano en la caja del banco donde trabajaba y acabó en chirona. Sí soy capaz de tragarme un Inglaterra-Estados Unidos, pongamos por caso. Un Mundial, como una Eurocopa, es diferente. Todo puede pasar, hasta que un antifútbol como Grecia consiga llevarse el trofeo a casa. El fútbol tiene también sus lados oscuro. El principal es que muchas veces no es justo y si no que se lo digan a la Holanda de Cruiff. Otro es el ver quién se mete la gran Hostia. Lo de España y la Hostia nunca tuvo ni puta gracia. Supongo que por eso se repetían tan a menudo. Últimamente, ese papel le corresponde a Francia, pese a que nos eliminó hace cuatro años y acabó plantándose en la final. En Sudáfrica vuelve a tener todas las papeletas después de su desastrosa Eurocopa y fase de clasificación. En el fondo, los galos salen con desventaja. Todos esperan, incluso parte de los franceses, la Hostia por ver la cara de su antipático seleccionador, Domenech, a ver si de esta se lo quitan de encima. Su caso es similar al de Clemente pero sin Chipre por el medio. Tengo recuerdos anteriores, casi como chispazos, por ejemplo de aquel 12-1 a Malta que, según mi madre, me lo pasé corriendo la distancia que separaba el salón de la cocina de la casa de Villar del Rey en Badajoz. Doce, uno por cada gol. Hasta un mendrugo como Poli acabó metiendo cuatro aquel día. Pero todo se clarifica sin oportunidad para la confusión en el Mundial de México 86. El gol de Michel que nunca fue y, por supuesto, los cuatro que le endosó a Dinamarca, Butragueño, un tipo que siempre me sacó de quicio. Luego, como siempre, llegó Bélgica, quien fuera es lo de menos, un equipo, un árbitro, o un defensa italiano, nos enviaron a casa. Suerte que aquel primer Mundial del que tengo recuerdo fuera también el mismo en el que dios decidió que la cancha era su territorio natural. A este, dicen que ha venido a buscar sucesor.

miércoles, 9 de junio de 2010

las posibilidades


Me han convencido. Después de que Alemania haya dicho que la culpa es nuestra y que Inglaterra, con el aprendiz de Tatcher tras el micrófono, le haya bailado la parca a la canciller germana, no queda otra. La culpa es nuestra. Por haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Hemos perdido dos años y medio culpando del desastre primero a los bancos y, después, a los especuladores, incluso condenamos a un tal Madoff. Pero resulta que la culpa de todo es del paisano que se compró un piso con una hipoteca sobrevalorada, del mileurista que se ha quedado en el paro después de enlazar cuatro contratos temporales seguidos hasta que el empresario responsable decidió que podía amortizar su puesto con un becario o, simplemente, repartiéndo su trabajo entre los compañeros que se quedaron; o del currante de 48 años que ya no da el perfil en la fábrica en la que curra desde los 16. Tontos de los cojones, nos vino a decir Cameron, sois vosotros.

Lo de vivir por encima de nuestras posibilidades es tan humano como el cagar. Al Chene le ocurría muy a menudo, la última que recuerdo en una discoteca pija sevillana entrándole a la hija del delegado del Gobierno en la Andalucía de la Expo 92, haciendo caso omiso a lo que le decía Pablito. Ande vas... que te va a hacer caso, a tí que vives en San Pablo, no te jode. Chene, oídos sordos, estuvo dos horas cual astado contra el burladero. Sin desfayecer. Una lástima que el cementerio de la noche esté lleno de gente con un alto concepto de sí mismos y que, al final ,acaba poteando sóla en el portal de casa.

El fondo somos todos unos confiados. Hubo un tiempo en el que nos creimos que todo era posible. Para hambre ya pasamos suficiente nosotros, que decía mi abuela. Por nosotros y por vosotros. Para meter los coches en la casa de Sorribas hay que sacarse un permiso especial. La razón es el tamaño del portal, demasiado estrecho. Lo justo para un carro de vacas, holgado, incluso., pero nada más. A mi bisabuelo no se le pasó por la cabeza que a su familia pudiera llegar algún día un coche. Lo suyo era vivir acorde a sus posibilidades, que diría Cameron, un tipo que jamás ha dado palo al agua, más allá de las novatadas que se gastan los alumnos del exclusivo Eton. Después fueron llegando los coches y el problema estaba montado. Por supuesto, mi bisabuel, cantero de profesión ya no estaba para reformar el portal.

A alguien se le ocurrió una vez que a lo mejor era posible aspirar a más. Que estudiando y trabajando duro, con un poco de suerte, uno podía vivir mejor que sus padres que, a su vez, se esforzaron para que sus hijos lo tuvieran un poco más fácil que ellos, que tuvieron que soltar cuatro millones de las antiguas pesetas por el piso y medio millón por el coche. En propiedad, ambos. Incluso los hubo quienes compraron, en un dispendio de caudales sin comparación, una casa de vacaciones, lo que los de hacienda llaman una segunda residenciua. Ahora llegan Cameron y Merkel para decirnos que la culpa es nuestra por, como nuestros viejos, querer comprar una casa, un coche y, además, tomarnos unas birras de vez en cuando. Alguien dijo una vez que el nivel de una sociedad se basaba en el peso que tenía su clase media. Ahora resulta que la existencia de la clase media es precisamente el mal de una sociedad. Hay que volver a los orígenes y conforme a tus orígenes has de vivir, ha venido a decir Cameron. O qué coño nos hemos creido.

viernes, 4 de junio de 2010

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Hace semanas que no escribo. Dada la cantidad ingente de seguidores que se acercaban a esta ventana a leer no sé si debo perdir perdón o empezar a combrar entrada. Mejor se lo digo esta noche tomando unas cañas. Ingentes, también. Llevo días enfrascado en la corrección de una tesina que a estas alturas se me antoja inacabable. La verdad es que yo estoy por echar el cierre pero la culpa es de mi tutora, que después de pasar de todo durante meses, ahora le ha entrado el ataque y quiere que sea, y cito, impecable, la mejor de las mejores. Ya será para menos. Yo me conformo con pasar el trago, conseguir el documento de marras y a otra cosa mariposa. Ya sé que me falta romanticismo, pero tampoco estás los tiempos para líricas.

Sigo en paro. Lo cual, en mi caso, está a punto de pasar de ser un estado a una condición. Hace un mes me enviaron una carta del Servizo Galego de Colocación conminándome a reunirme con una orientadora laboral, así le llamaban en la carta. La cita era en una supuesta Fundación Laboral da Construcción que, tal como está el sector me sonó a un cáritas para currelas, pero no, es más bien una escuela de futuros paletas. Como queda a cinco minutos de casa de mis padres pues tampoco me costaba mucho ir. La cita fue el lunes pasado. Y fue espectacular.

Allí me planté a la una de la tarde bajo un sol de justicia. En la puerta, los futuros paletas echándose un pitillo. Total, conforme está el negocio, más vale tomarse las clases de hormigón armado con tranquilidad. En un despacho me esperaba una mujer en cuya actitud se adivinaba resignación y amabilidad a partes iguales.

A ver... eres licenciado en Xornalismo...
Y en filoloxía, dije, También tengo un máster cursado en EEUU.
Ah... vaya pues aquí no aparece... Pues, lamentablemente, poco puedo hacer por tí. Es que veo tu perifil y claro....(Largo silencio). Es que los cursos, claro... carpintero, ebanista. Bueno... te interesa el diseño de páginas web?
Si hay que diseñar, se diseña.
Claro... pero es que el curso ya empezó. En fin... que no creo que pueda ayudarte mucho. La verdad es que no sé por qué te han mandado aquí.

La derrota estaba consumada con esta frase y debo reconocer que acabé sintiendo lástima por la señora.

Bueno, esa pregunta también me la hice yo pero..., dije así, a porta gayola, total, de perdidos al río.
Me imagino, asintió ella. Oye, volvía la carga. Y no te has planteado lo de trabajar en el extranjero? Lo digo porque no creo que tengas problemas on el inglés.
Emigrar, dice.
Bueno... no... o sea, sí, seguir aprendiendo, fromándote.
Tengo 31.
Bueno es que yo soy de las que piensan que las cosas van a ir mucho a peor todavía y el extranjero es la mejor opción para casos como el tuyo. ¿Clínico? pensé. Mira consulta esta página web y aquí tienes el teléfono de una orientadora. A ver que te dice.
Vale. Algo más?
No, lamento no haber podido ayudarte. Toma este papel. Por si te lo piden en el INEM.
No pasa nada. Adiós.

Me levanté y me fui. En la puerta seguían los aprendices de paleta. Supongo que esperando a que alguien se decida a hinchar de nuevo una burbuja que decían que no había y que al final acabó por explotar llenándolo todo de mierda.