martes, 22 de junio de 2010

nuevo rico



Desde hace un par de años, a los aficionados españoles les pasa como a los nuevos ricos. Una vez probada la miel, no les sabe el azúcar. Fue un viaje a Viena y el arte en botas azulgrana los que, de repente, convirtieron a los treinta millones de enrenadores que pasean por los bares de este país en críticos del Dining&Wine. Desde que comenzó el Mundial vivo con la sensación de presenciar el mundo al revés. Tras el fiasco suizo, la grada general bramó contra el tiqui taca de salón y la horizontalidad inofensiva. Incluso contra un sistema que, dijeron, distaba del que hizo que se ganara la Eurocopa. Hoy, tras el cumplido trámite ante una hacendosa Honduras, arrecian las críticas pero, oh sorpresa, en sentido contrario. Relaño comienza a ejercer la profesión, la del yo ya lo veía venir, quizá anticipándose al posible desastre. Ayer, la selección volvió a demostrar que sigue siendo la única que tiene fútbol en las botas y por eso, el suyo, fue un fútbol cojonudo, al que sólo el acierto en los últimos metros volvió a privar de recompensa debida. Lo de Portugal no pasará de anécdota. Incluso, amantes del diálogo entre civilizaciones, podríamos reprochar a los lusos su falta de escrúpulos a la hora de condenar a 23 sufridos norcoreanos al pelotón de fusilamiento por tamaña afrenta al gran líder. Sin compasión, sin perdón. Sigue siendo alucinante que se dude del papel de ciertos jugadores, como Busquets o Torres. Afortunadamente hay quien todavía sabe de fútbol a diferencia de los palmeros del Bernabéu. Busquets crece a cada minuto y ayer sostuvo al equipo. El catalán ocupa el lugar de Senna hace dos años. Quizá no sea él quien sobre, quizá el añadido es Xabi Alonso. Quizá nadie dice nada porque Alonso viste de blanco. Torres, con su sola presencia, provoca congoja en las defensas contrarias. Asociado con Villa se ganó en Austria. El único partido que no jugaron juntos fue la final. El asturiano, pichichi de aquel torneo, se lesionó en la previa decisiva. El asturiano, sólo ante suiza, estuvo perdido. Ayer se encontró. Aguarda Chile. Como hace 193 años, trae un ejército comandado por un argentino desterrado como aquel, al que apodan loco. Esperemos que no se repita el resultado de Chacabuco.

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