martes, 26 de enero de 2010

vivir para contarlo


"Hay problemas que sólo se entienden cuando se viven en la propia piel/Como no es lo mísmo contarlo que vivirlo", dice Samanta Villar para relatar la esencia de 21 Días. A saber, 21 días sin comer equivale a ser anoréxica (o bulímica, ni me quedó claro); 21 días viviendo en una chabola sirve para que nos demos cuenta del way of life de, por ejemplo, Penamoa y, 21 días fumando porros, para decir que, vaya, fumar hachís y maría durante 21 días te deja la cabeza como un bombo y, sí, estás colgado todo el día. Ni lo hubiera sospechado. El problema de los programas tipo 21 días es más o menos lo que Ramón Lobo me dijo una vez hablando del trabajo de los corresponsales de guerra. Que tiene una importancia relativa, al fin y al cabo ellos siempre van con un billete de ida y vuelta y, después de 21 días, siempre está tu casa y tu ducha caliente esperándote. Y lo demás, son gajes del oficio. A nadie le obligan a ir. Puro espectáculo para quien pueda pagarlo.

Le pasó a Samanta en su vida como chabolista. Que, al final, pasaba por allí y, en realidad, ella no sabía qué había en la fregoneta ni cómo se gana uno la vida por esos lares.

Llevaban días anunciando a bombo y platillo el último capítulo de las aventuras en 21 días de Samanta. 21 Días en la industra del porno. La bomba, un acercamiento al medio como nunca lo habíamos visto. O sea, lo duro que es, que son personas normales, (coño, sienten y padecen, como todos) y que tienen sus problemas. Como los de la familia con todos sus miembros (no va con segundas) en paro, pero con trabajo, con los que Samanta puso cara a la crisis.

Tampoco es que hubiera que esperar a Samanta a cuatro patas con un maromo detrás pero verla con una cámara para relatarnos, en "primera persona" los mismos tópicos de siempre no es que sea de Pulitzer. Como buena periodista, "demostró" que no todos poueden hacer porno y que el gatillazo está a la vuelta de la compañera de reparto. Por no faltar, no falto ni Torbe, un clásico. El porno, por suerte o por desgracia, allá la moral de cada uno, hace tiempo que dejó de ser una industria al margen para convertirse en una frikada más que poner en el Telediario. Algo que creo que es bueno, sobre todo para los que a ella se dedican.

Por lo demás, televisión y sexo, igual a 18,4% de share y casi 2,5 millones de espectadores para la cadena del punto rojo. Y al final gatillazo. Samanta no folló. El periodismo tiene un límite, supongo. Y más el que lleva el cartel de vivir para contarlo.

Este periodismo, bien mirado, tampoco es que sea lo que se dice muy novedoso. En la facultad a todos nos dieron la brasa con él. A gran distancia de pasar 21 días entre cartones, al frío de la noche y con una furgoneta de producción cerca, por si acaso. La perra vida del sin techo.

Para empezar, a él no había que verlo en la pantalla, de prota de la misma historia que nos quiere contar.

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