lunes, 8 de marzo de 2010

con sombrero y a lo loco



Para qué lo vamos a negar. Soy hombre de muchos y variados vicios. Algunos, incluso, inconfesables, que suelen ser los mejores. Lo que nunca esperaría en treinta años de vida desperdiciada por el lado oscuro es acabar reconociendo que entre las drogas a las que me estoy haciedo adicto es a César Vidal. Hombre ilustrado es don César orgulloso judío, mejor español, gran neocon, qué digo neocón, que los de la Asociación Nacional de Rifle son unos pichas frías a su lado y productivo escritor, una de esas personas imprescindibles, tanto que, como Arzalluz en su día, si no existiera habría que inventarlo. Don César es uno de esos intelctuales de su tiempo, que es todo, que lo mismo dicta clases magistrales de Historia de España para Inmigrantes, Nuevos Españoles y Víctimas de la LOGSE, que habla cinco idiomas, que se dice cinéfilo y experto en lo que sea además de abjurar de las posibilidades de la educación pública. Su lema, confesado en una tertulia televisiva al lado de Maria Teresa Campos, es que si no te la puedes pagar, a poner ladrillos. Por eso para las clases que no han podido pagársela, nos deja ya unos sesenta libros si no he contado mal. Ante tamaña producción no sabe uno si cortarse las venas por lo limitado de su propia escritura o comprarse un negro vía contrato con derecho de pernada incluido.

Es llegar a la sección de libros del Alcampo y me sorprendo jugando a buscar sus libros. He contado hasta diez, la mitad de ellos sobre historia de la gran Nación Española y la Gloriosa Lucha de los Españoles de Bien contra el terrible régimen republicano. Me pregunto qué ocurriría con don César si en lugar de ser un negacionista español, fuese un negacionista alemán.

Pero hace días que me tienta. Aunque unir tentación y César Vidal en la misma frase es jugar con fuego. Sobre todo desde que hace unos días se puso a divagar con José Alejandro Vara, ex director de La Razón, sobre el tamaño de los penes de los hombres de izquierdas, con una conclusión más que evidente. Cinco idiomas y varias carreras para juntarse con los amigos y proponer lo que Tati, hace años, cuando se mamaba los jueves en Santiago y llegaba al piso de San Pedro de Mezonzo: "Agora que somos colegas, choquemo-las pirolas".

El problema ha sido descubrir que compartimos afición. Todo lo que tenga que ver con el Sur de EEUU, sobre todo música y batallitas. Me tenía por un dixie red neck de puta madre, que hasta a Di le da verguenza, hasta que descubrí el libro Camino del Sur (van dos). Autor, César Vidal. Dos formatos con cd incluido. Están allí en una de las estanterías del Alcampo. Me mira, don César, con sombrero vaquero, que es para verlo y acabo con él en las manos y dos bichos sobre los hombros. Cómpralo, joder qué más da, dice uno. Ni se te ocurra darle un duro al tipo este, dice el otro. Y para acabar de joderlo, un domingo por la tarde, va y descubro esto. Por lo menos aquí es gratis.

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