jueves, 4 de marzo de 2010

veo muertos


A veces me pasa como a ese crío de cara rara. En ocasiones veo muertos. Generalmente sucede cuando estoy más para allá que para acá, es decir, en medio cabalgando el REM (pronunciese ER-I-EM, pausado, sílaba a sílaba. Una vez dije rem en EEUU y los yankees con los que estaba hablando del grupo de Stipes se descojonaron en mi cara) y manteniendo una dura lucha con mis propios sentidos que se hacen lo que se dice la picha un lío. Sueño pero soy consciente de que aún estoy despierto, quiero mover las piernas, salir por patas de la cama ya que tengo la sensación de que esta cae en el vacío, pero nada, allí sigo, entre las sábanas. Este tipo de cosas me acojona. Me da por pensar en si va a ser cierto eso de los moradores nocturnos que le escuché una vez a Iker Jiménez y ya no pegué ojo en toda la noche. Una putada. Una vez soñé con muertos. A decir verdad con uno pero ya me llegó. Estaba en el hall del piso de Pontevedra y me miré al espejo y ahí estaba la cara de Jesucristo con corona de espinas y todo. No recuerdo si me dijo algo o no porque me desperté alademecagoen, y ya. Supongo que me quedé sin revelación y de ahí que mi fe religiosa siga brillando por su ausencia. Como castigo, aún hoy me acojonanmirarme al espejo. No es que espere que el nazareno vaya a salir para decirme qué pasa pero más vale prevenir.

El martes me llegó el insomnio a eso de las seis y pico de la mañana. Cuando eso me ocurre suelo pasarme una hora dando vueltas sobre la cama. Despierto, funcionando como un reloj pero conteniéndome las ganas de saltar de la cama para empezar el día. Soy de los que creo que levantarse antes de las diez de la mañana debería estar penado por ley. En esos casos, después de la tercera vuelta suelo iniciar un viaje por el dial de la radio que me sirve de despertador. Y con la radio a esas horas de la mañana me pasa algo parecido que al despertar con una tremenda resaca de gin tonic consumidos la noche anterior en el Atlántico. Siempre digo que esta será la última. Ni de coña. No aprendo y la aguja de la radio siempre se para al escuchar a Losantos graznar desde el otro lado, su púlpito a medida, ahora bajo el nombre de esRadio. Como un muerto resucitado, el viejo Losantos sigue con sus homilías en las que de cada cuatro palabras tres son constitutivas de delito. Esta vez, y van novecientas o así, el objetivo es Rub Al Kaaba quien el lunes defendió las últimas detenciones de etarras y ele enésimo descabezamiento de la banda armada. Un hecho este que para Losantos estaba bien, vamos, pero que el problema es que a los patriontas debería de acompañarlos al paredón el ministro del Interior español, y así durante largos quince minutos mientras era jaleado por el cuarteto de colaboradores chupamingas del que Losantos se hace acompañar al micrófono. No sé para qué, espero que no les pague, porque total solo habla él.

Es alucinante escuchar a Losantos y la manera que tiene de enlazar discursos. De ZP ya no habla, simplemente lo ignora pues da por supuesto que no tiene la autoridad moral ni intelectual suficiente para que él, hombre de micrófonos sagrados, manche su verborrea dirijiéndose al presidente. Españoles, Gallardón ha muerto y de Mariano mejor ni hablar. Espe anda torera y se nota que le pone cachondo. Losantos sólo trata a Doña Esperanza, síntoma ineludible de que lo suyo es más que una relación húmeda. Y ahora la ha tomado con Willy Toledo, al que entre todos han convertido en líder social y ahora, los mismos, lo han trucado en saco de boxeo. Toledo, ve muertos en todas partes y por eso tiene problemas a la hora de hacer diferencias y acaba mezclano churras con merinas. La farándula es lo que tiene. El pecado original de Toledo es haber soltado, en no pocas ocasiones, estupideces variadas pero que la onda mediáica soportaba. El No a la Guerra fue su bautizo de fuego. También estaba bien hablar de Marruecos, pero cuando lo hace de Cuba... Lo de Toledo es simplemente una estupidez, al mismo nivel que la de Rosa Díez. En el caso de la de rosa fuscia, como se ve, la estupidez es reincidente. No habría que darle mayor importancia aplicano la regla esa de que las cosas hay que tomarlas de quien vienen, como cuando Espada se viste con el traje de infalibilidad papal, que suelen ser las más de las veces, por otro lado, y se hace insufrible. Y punto. A mi me pasa con Federico, pero este tiene un punto cómico del que el superperiodista de la Pompeu Frabra carece. El problema es que cuando lo escucho, la resaca que me deja me jode todo el día. Y a veces la arrastro hasta el jueves en la cola del paro. Pero esa es otra historia.

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