lunes, 27 de septiembre de 2010

rutina

Ayer me di cuenta de que nunca llegaré a ser un buen escritor. Me falta vida, ya que la mía, a día de hoy es bastante anodina para contarla. El peligro más grave que he corrido últimamente ha sido jugarme la tostada quemada mientras recogía la ropa del tendedero. Al final, la tostada, por ese miedo preventivo que me ha entrado, ha quedado a medio hacer. Me la he comido igual subyugado ante el descubrimiento de la realidad en la que, desde hace una semana, ha caído El País. Espero con impaciencia el ejemplar en el que el que fuera diario independiente de la mañana vaya a contarnos las miserias del propio gremio. Luego he ido a renovar el paro. Me quedan dos meses. El tipo al que le pagan por machacar un sello con una fecha impresa en mi resguardo tampoco me ha mirado hoy. Igual que la última vez y la anterior. Una señora ha llegado y lo ha interrumpido, disculpe puedo hacerle una pre... Señora no ve que estoy ocupado, la ha cortado. Ella se ha ido a probar suerte a otro lado. Le he preguntado al tipo al que le pagan por estar en el mostrador de información del Inem por los cursos y ha resoplado mientras con la mirada señalaba a la otra punta del mostrador. Pero no te molestes, hasta febrero no entran los nuevos, ha dicho. He vuelto a casa y las paredes continuaban con su rutina de los últimos meses. Cada día se juntan un poco más.

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