jueves, 29 de abril de 2010

capitalismo para gilipollas como yo 1


Como todas las grandes historias comenzó poco a poco, con unas hipotecas subprimes a las que nadie le prestó mucha atención. Luego, vino la gran catástrofe, y, para entonces la gente se empezó a acojonar de verdad. Fue entonces, como en todas las grandes historias, cuando apareció el héroe.
Nicolás, que por aquel entonces vivía un tórrido romance con Carla y la opinión pública de medio mundo vio la oportunidad de pasar a la historia sin tener que montar una guerra como otros y aprovechó para clamar a los cuatro vientos: es la hora de refundar el capitalismo. Corría septiembre de 2008 y la cosa, estaba clara, la panacea había no resultado ser tan perfecta como lo aseguraron los voceros de la escuela de Fukuyama tras la caída de la URSS y la última religión tenía, cada cierto tiempo, la necesidad de devorar a sus hijos.

Para entonces, los acontecimientos y los titulares ya se habían disparado y Nicolás tenía clara la hoja de ruta. Reunir antes de fin de aquel final de año a "los líderes mundiales" en una conferencia remedo de Bretton Woods. Según el francés, prota del cotarro ya que el negro todavía no había llegado a la Casa Blanca, no se podía gestionar la economía del siglo XXI con los instrumentos del siglo XX. Enterrando a los neocons más acérrimos incluso se atrevió a reivindicar la "legitimidad" del Estado para intervenir en la regulación del sistema financiero.

Antes de la cumbre que lo iba a cambiar todo, EEUU y Europa tuvieron un ataque de generosidad y decidieron dar vía libre al comunismo por un rato. Había que salvar a bolsas y bancos a toda costa, los mismos que, mira tú por donde, habían provocado todo el pifostio con aquellas hipotecas ahora llamadas basura. El advenimiento del nuevo comunismo (socializar las pérdidas y privatizar los beneficios) le salió a los ciudadanos de EEUU por unos 700.000 millones de dólares, más o menos la mitad de lo que nos salió a los europeos. Ya se sabe que aquí en la vieja Europa, las cosas funcionan de otra manera y son más a los que hay que poner de acuerdo según sus intereses. En Alemania, por ejemplo la cosa salió bastante cara. A los españolitos de a pie que ya por aquel entonces andaban acojonados con las listas del paro, el pico les salió por unos 100.000 millones de euros en avales a los bancos, que se sumaban al otro fondo de hasta 50.000 millones de euros para comprar activos.

Y entonces, alguien dijo que, salvados los mercados y los bancos, ver la luz al final del camino era cuestión de tiempo y de que los del club del G-20 se pusieran a refundar el capitalismo como había pedido Nicolás. Eso, se supone, quedó claro en noviembre. Ya que los mercados habían sido malos, había que reformarlos. Ya que el FMI, el Banco Mundial y demás capitostes de la economía no habían sido capaces de ver la que se venía encima, había que reformarlos. Pero sobre todo, había que revisar las normas de contabilidad, las agencias de rating, los salarios de los directivos o la normativa de quiebra Aquellos compromisos sellados en Washington, con Bush todavía calentando la silla que poco después ocuparía Obama, tendrían que entrar en vigor antes del 31 de marzo de 2009. Y como los presidentes y ministros se lo habían pasado bien el fin de semana decidieron repetirlo otra vez, pero en esta parte del Atlántico, para ver los progresos que habían hecho.

Ya se sabe que las cosas de palacio van despacio. Los líderes no desfayecieron y llegó la nueva junta del G-20 en Londres y todos estaban muy contentos de verse de nuevo las caras, sobre todo para saludar al nuevo chico de la clase. Tanta alegría no era para menos. Habían alumbrado un nuevo sistema financiero como respuesta a la crisis. A partir de ahí todos felices y a comer perdices. Las claves del nuevo sistema eran muy simples y la principal era más control estatal y más transparencia: Así se acordó publicar una lista negra de paraísos fiscales y un arsenal de posibles sanciones para el caso de que no acepten intercambiar información. Se obligaba a los grandes fondos de alto riesgo (hedge funds) a registrarse e informar sobre sus operaciones a los supervisores de cada país. Y al fijar los sueldos de los ejecutivos del sector deberán seguirse códigos de buenas prácticas para evitar una recompensa por decisiones arriesgadas. También se exigió el registro de las agencias de calificación de riesgos, tipo Standard & Poor's que estarán sometidas a supervisión. Sin embargo, no se prohíbió que estas agencias asesoren a entidades financieras sobre la emisión de títulos que luego califican. Algo así como no te preocupes que mientras me pagas por asesorarte a la hora de emitir tus títulos, yo ya me encargaré de que estos tengan una buena cualificación. Coño, la misma que las hipotecas famosas antes de alcanzar su fama.

Con Obama en la Ccasa Blanca ya todo parecía posible y Nicolás tuvo que dejar paso a la nueva estrella de la clase y nuevo héroe de esta historia. No importaba, por ejemplo que las reformas anunciadas en Washington, aún no se hubieran producido. Los tipos le habían cogido cariño a esto de reunirse y, tras londres Londres, quedaron meses desupués en Pittsbourg donde habría tiempo de ponerse al día con los retrasos. Llegó pero, claro, en todas las familias surgen disensiones y lo de la reforma del capitalismo ya no les parecía igual de bien a todos. Para entonces tampoco lo del control de salarios de los banqueros iba muy allá. Y ya se sabe, los paraísos fiscales... En todo caso, ya que estaban en Pittsbourg había que arreglar algo y, bueno, hubo una especie de acuerdo que dejó contentos a todos. Incluso un iluminado que buscaba salir a flote de las pesadillas caseras tuvo un atisbo racionalidad. Un eco de justicia, pensarán algunos. Brown, primier birtánico, consiguió al ponunciar Tasa Tobin, cierto grado de popularidad que le sirvió sobre todo en casa. Parecía lógico lo de introducir un impuesto a los bancos por mover nuestra pasta a su antojo. Pasta, que por otra parte le habían dado los Estados, es decir, nosotros ciudadanos cuando se instauró el comunismo por un rato que luego se extendió a coches y otros mercados y algunos pretenden aplicarlo ahora también a las compañías aéreas. Pero resultó ser que no, que, como todo en esa especie de ciencia social que llaman economía, es demasiado complicado. Con la de países que hay sueltos por ahí.

La UE, ya se sabe pensando en el bien común. Luego, las cosas se calmaron. Los mercados y los bancos habían recibido lo suyo. Las bajadas de los tipos aliviaron el sofocón hipotecario de las familias y dijeron que la luz ya brillaba al fondo del tunel por lo que el final debía de estar cerca.

Pero entonces estalló Grecia, que ya antes, como las subprime famosas, había dado señales.


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