jueves, 4 de febrero de 2010

rezar en familia

Una vez participé en un rezo en familia. Fue, claro, en EEUU ya que en mi familia lo de rezar hace tiempo que no se estila y ya bastantes quebraderos de cabeza le traía a mi difunta abuela, pero eso es otra historia. Fue en Kalamazoo una tarde de Acción de Gracias a cuya cena en casa de Mike y Sarah con h (la otra era sin h, o puede que fuera al revés, ya no me acuerdo) fuimos invitados Alicia, Nuño y yo, tres de los españoles que por aquel entonces vagueabamos por el departamento de español de la WMU. Aquella tarde, noche para ellos aunque fueran las cinco, habia una tormenta de nieve de tres pares de cojones. Tanta, que realizar un trayecto de quince minutos en coche hasta su casa nos llevó en el viejo Saturn de Nuño como hora y media. Puede que influyese el hecho de que nos perdimos un poco ya que con casi un metro de polvo blanco la sensación se parece bastante a la de deambular por el desierto. Mires donde mires todo te resulta familiar. El resto de los comensales, unos diez o doce, eran todos naturales del país de los rezos en familia.

Resultó raro aquel momento en el que todo dios se sentó en alrededor de la mesa y de repente uno de ellos comienza a hablar. Como si alguien hubiera apretado el boton de apagado, todos los demás yankees bajaron las cabezas con gesto sentido y cerraron los ojos. Lo sé porque ni a Nuño, ni Ali, ni a mi nos apretaron el mismo botón y allí nos quedamos los tres mirando unos para los otros sin saber muy bien qué hacer durante los aproximadamente sesenta segundos que duró la oración. Obviamente era para dar gracias. Es el día apropiado, no obstante para ello. Entre los agradecimientos pronunciados por el orador figuró en último lugar uno dirigido a dios y que hacía referencia a nuestra presencia allí. No dudo que la intervención divida propiciara que los tres españoles asistiéramos a aquella cena pero nosotros, más prosaicos, creimos que lo más práctico era agradecer la invitación a Mike, al fin y al cabo era su casa. Supongo que esta es una de esas diferencias culturales de las que tanto hablamos.

Esos segundo de impasse con los ojos abiertos me produjeron una sensación extraña, la de no saber muy bien qué hacer. Por eso, uno, que por obra y gracia de dios es agnóstico, supongo, entiendo el trance de Zapatero en el Desayuno Nacional de la Oración, antes de abalanzarse con diplomático decoro sobre el café, los huevos revueltos y las salchichas. Sobre todo si tus compañeros de mesa, Michelle y Barack, hacían lo propio e plenon éxtasis religioso. Poner función de stand by, bajar la cabeza y cerrar los ojos. Y allí se quedó Zapatero, mirada perdida, mientras el resto de La Familia oraba.

Puede que algún comentarista critique a Zapatero por no haberse puesto en Stand By y vaya más allá señalando una nueva falta de respeto de presidente español hacia los símbolos del imperio como la protagonizada cuando no era más que un simple candidato opositor y nadie apostaría el cuello a que un día se sentaría al lado del matrimonio más influyente del planeta. Creo que no hay razón y, sin que sirva de precedente, el presidente español estuvo bien. Es de sobra conocida su condición de agnóstico y en un país, el nuestro, cuyo deporte favorito es despellejar al vecino, si Zapatero hubiese imitado a los americanos le habrían caído las mismas hostias pero en sentido contrario. Por hipócrita. Y más conociendo a los que hoy afilan los cuchillos.

La compostura ante los rezos americanos, para nada comparables a lo que nosotros entendemos por rezar, mantenida por el presidente es algo similar a la que un extranjero debe tener con respecto al himno de EEUU. Quedarse a medias con escrupuloso respeto. Los americanos tienen por costumbre no perder ocasión para poner y cantar el himno. Ayuda el hecho de que tiene letra no como el nuestro con su entrañable tatatatatata... Da igual que sea el inicio de un partido de la NBA, de la liga infantil del condado en la que juega el niño, un rodeo o la mismisima antesala de los fuegos artificiales del 4 de julio, Día de (su) la Independencia de EEUU. En pie, firmes, mirada al infinito, cabeza despejada y (a veces, los más) mano en el corazón. Y tú allí, extranjero en tierra estraña no puedes quedarte sentado ya que a la mínima algún patriota te llama la atención. Basta símplemente con levantarse y quedas de puta madre. Una señora de unos sesenta años me tocó la espalda en un partido de hockey universitario. Joven, aunque no sea americano, debe levantarse porque es el himno. Pues nada, en pie. Y tan contento, a cantar (mentalmente) eso de I'm proud to be american, que aunque no es el himno de las barras y estrellas tiene el efecto ese que tanto gusta en EEUU de ponerte los pelos como escarpias. Pero sin pasarse, claro. Pili y yo la cantamos en un piano bar y un grupo de marines de permiso se lo tomó bastante mal. Pensaron que estábamos de coña. Simplemente esábamos un poco borrachos. Pero lo de los símbolos se lo toman muy en serio por esos lares.

Otra cuestión es la del idioma utilizado. Es imposible que un presidente español hable inglés? El futuro inmediato marca que si. Ni siquiera Feijóo en su teima con la educación trilingüe sabe más allá del yes y el of course. Hubiera sido deseable que Zapatero hubiera pronunciado su alocución en inglés, puede que sí. Pero podemos imaginar el descojone que le seguiría. Algo parecido a lo que pasó cuando Ansar lo intentaba en sus tiempos de presidente. Cuando Zapatero deje el cargo igual nos sorprende y lo aprende como su predecesor. Fluency. Me parece, en todo caso que la actuación de Zapatero ante la familia --podrían haber elegido un nombre con menos connotaciones mafiosas--, ha sido bastante inteligente y más la elección del pasaje bíblico, entendible y más o menos similar en todos los credos. Sobre todo en el modo elegido para empezar su discurso con un chiste que arracó las risas del personal. Captatio benevolentiae.

Un único pero. Zapatero habló en castellano. Cierto. El problema es que el castellano es un idio del que los americanos nunca han oído hablar ya que para ellos sólo existe el español. Pero esto es más un debate filológico.

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